Jugar!

Hay una frase de Nietzsche sobre la madurez que, la primera vez que la leí, me enamoró. El dice algo así como que madurar es reencontrarse con la seriedad del juego. Tiene sentido la frase si, además, sabemos un poco de la teoría evolutiva que propone Nietzsche: del camello al león, del león al niño. La posibilidad de crear algo absolutamente nuevo, despojado de prejuicios, vicios, etc., es lo que representa la figura del niño. Pero volviendo al juego... Recuerdo una conversación que tuve hace ya varios años con mi abuelo. Una palabra con la que siempre relaciono su figura es «juego», y cómo no, si pasó toda su vida jugando. Así recuerdo que lo planteó en esa conversación. Lo hacía con una doble lectura. Por un lado, se refería a algo muy concreto: era futbolista, su trabajo era «jugar a la pelota», como suele la gente referirse a esa actividad. Pero por otro, también hablaba de que la vida es un juego. Y no decía con esto que la vida debía tomarse con poca seriedad, al contrario. Alguien que vivía de «un juego», se tomaba con responsabilidad y seriedad el concepto. Además de futbolista, era Profesor de Estado y dedicó gran parte de su vida a entrenar nuevas generaciones. Tanto contacto con adolescentes y niños que «querían aprender a jugar» (no sé si ven la riqueza de la frase al juntar «aprendizaje» con «juego»), tiene que haberlo trastocado, en el mejor sentido de la palabra. Con respecto a la foto... Ayer, tres niñes que amo (a pedido de mi hija debo llamarles así), llenaron de colores el pasaje. Suelen hacerlo y no solo llenan los espacios de colores, sino también de risas y amor. Mientras los veía ayer jugar, recordaba también a ese viejo lindo que nunca dejó de jugar, y de ahí salieron estas líneas...